Aproximándome al indómito sur
Curioso estar frente a un lugar donde el mar arrasó con todo, claro, hace doce años. Doce: tres por cuatro; doce: nueve y tres; doce: siete y cinco. Doce: un perro es anciano, un gato también. Un humano de doce, todavía es menor, requiere atención, aunque ya es muy autónomo y se cree adulto (sorry al lector no quiero ofender). También estos doce años de la Costa del Maule, en Chile, tienen que ser de cuidado, a la par de la exuberante fuerza de la vida, todavía hay muros y casas nunca más en pie. Quedaron ahí. Los carteles de evacuación en caso de tsunami están por todas partes para recordar que el mar se entra. Pero la normalidad abunda, como siempre, al día siguiente de la tormenta. Las gaviotas felices urguetean las orillas, llenas de pulgas de mar, machas y tantos moluscos que hacen su camino entre las arenas, como los juncos del humedal de Putú, suaves y fuertes a la vez, en esta porfía que tiene la vida de salir adelante. Y claro, así son las gentes de estos lados, fuertes, traba