Después de veinte años
Me encontré con un compañero del alma después de veinte años. De manera casi anecdótica apareció en facebook. Nos habíamos dejado de saber cuando él y yo emprendimos caminos dis-pares, cada uno el suyo, ya no juntos. Con todo respeto, habíamos puesto silencio de por medio y crecimos como personas, con proyectos y compañeros de viaje acordes a las opciones. Después de veinte años, aparecidos de nuevo, con alegría inmensa, transitamos por calles y pasajes conocidos de ambas vidas, re-cordamos mucho y nos contamos, en la primera cita. En la segunda, simbólicamente, llegamos al “bosque”, a la espesura de lo no conocido, del día después de hace veinte años, llegamos al miedo, dolor en las entrañas y soledad. Miedo, dolor en las entrañas y soledad no del presente que nos abrigaba feliz, sino de lo desconocido del otro, de lo que “nos perdimos”. Miedo, dolor en las entrañas y soledad de lo que veíamos en el silencio de un parpadeo, en la espesura de la vida que no habíamos compartido con nadi