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Aprendamos a SER para construir una sociedad nueva

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En los debates políticos es frecuente engarzarnos en la defensa de las ideas y de los pesados poderes internacionales y nacionales. Tenemos información de cómo va el mundo, está muy a la mano, aunque no todo. Hacemos combinaciones mentales sobre el peso de la Historia, las ideologías, el precio de los productos brutos y los conflictos que esas combinaciones acarrean en el mundo. Nos explicamos desde la lógica, que pueda haber costos ecológicos, incluso de vidas humanas, asociados a ciertos intereses. Aunque ya no es sostenible la explicación de la guerra, por ejemplo, nos cuesta creer que podemos hacer algo frente a ella. No es que nos parezca bien, de hecho, no es así, sino que en las combinaciones lógicas hay lugar para tales situaciones. Vivimos en un sistema en que hemos llegado a convencernos de que la vida (la del planeta y sus habitantes), el equilibrio, la paz y el bienestar, es inferior y denotadamente despreciable, a los intereses (los obvios y poderosos intereses) “de otros”

Yo puedo (no es lo mismo que "te puedo")

Invictus es el título del poema de William Ernest Henley, escrito en 1875. El autor lo escribió en inglés, su lengua, y refleja bellamente la superación del alma, el “yo puedo” íntimo que empuja al SER cuando crece y se hace transparente. Es el mismo anhelo que traspasa el corazón del abuelo que se debate entre dos lobos, uno rabioso y ambicioso y el otro sabio y lleno de amor, ante la pregunta de sus nietos: ¿Quién ganará?, responde: aquel que yo alimente. Existe en la vida el camino de la supervivencia, dominado por del miedo, camino que opta por la protección y avanza adelantando estructuras de defensa, desarrolla poder y lo anhela. También existe la superación del alma, el camino de la verdad interior, del conocimiento y la conciencia. Invictus hace referencia al segundo. Invictus es también el título de la película que refiere al Nelson Mandela y su opción por la fraternidad, pero la unidad, pero la construcción de esperanza, el camino que lleva al perdón. Invictus de William Erne