Aproximándome al indómito sur


Curioso estar frente a un lugar donde el mar arrasó con todo, claro, hace doce años. Doce: tres por cuatro; doce: nueve y tres; doce: siete y cinco. Doce: un perro es anciano, un gato también. Un humano de doce, todavía es menor, requiere atención, aunque ya es muy autónomo y se cree adulto (sorry al lector no quiero ofender).

También estos doce años de la Costa del Maule, en Chile, tienen que ser de cuidado, a la par de la exuberante fuerza de la vida, todavía hay muros y casas nunca más en pie. Quedaron ahí. Los carteles de evacuación en caso de tsunami están por todas partes para recordar que el mar se entra. Pero la normalidad abunda, como siempre, al día siguiente de la tormenta.

Las gaviotas felices urguetean las orillas, llenas de pulgas de mar, machas y tantos moluscos que hacen su camino entre las arenas, como los juncos del humedal de Putú, suaves y fuertes a la vez, en esta porfía que tiene la vida de salir adelante.

Y claro, así son las gentes de estos lados, fuertes, trabajadores, de mar adentro, muchos pescadores, toda la costa tiene productos marinos frescos: algas, moluscos, crustáceos y pescados, pero también, gracias al choque de las dos placas tectónicas, la Pacífico contra la Continental, por subduccion, resulta que el océano invade el cerro, -nunca mejor dicho- y vacas, caballos y hortalizas, pastan y crecen a borde orilla. De hecho, antes de la amenazante exportación de granos, este era el granero de Chile.

Acá, casi no es necesario rezar, Dios entra por los poros. Es tal la grandeza y presencia creadora que difícil es no ser artista, contemplativo e interreligioso, como que una sola de no basta.

Y así sentados, siempre es frente a algo: mar, cerro, humedales, ríos, reservas, cielo, pastos… la vista se ensancha y penetra en el -a veces seco- ojo del visitante, transeúnte que se impregna de luz y color (qué débiles y pobres son a veces las palabras).

No es playa, es mar abierto, indómito, fuerte en sus mareas, trenes de olas de natural tres y cuatro metros promedio, no se trata de saber nadar, es otra cosa… es supervivencia, pequeñez. Cuidado humanos, cuando la tierra respira vamos bien, si estornuda es otra cosa!

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