Mendoza, ciudad de belleza transformadora y de Festivales de Flauta del Mundo


Existen en el mundo incontables iniciativas que promueven la convivencia y la conciencia de una mejor forma de vida, el cuido del planeta y la fraternidad, pero no son noticia, no llenan titulares, sin embargo, cada vez es más necesario hablar de ellas, puesto que estamos enfermos de dolor, violencia, abuso. Mendoza, al pie de la Cordillera de los Andes, al oeste del territorio argentino, es una ciudad amable, caminable, a la medida humana, con paseos para tomar un café al aire libre, avenidas amplias, librerías y costumbre de recibir personas en tránsito desde el paso fronterizo con Chile. 

Desde el 2008, en septiembre, Mendoza convoca al Festival de Flautas del Mundo, organizado por la Fundación Ama el Mundo y al alero de la Universidad Nacional de Cuyo, con importante trayectoria de trabajo musical especializado en aerófonos, música latinoamericana y andina. Los Festivales de Flauta del Mundo integran a músicos de distintos puntos del planeta, con sus diferentes conceptos ontológicos y aerófonos. Estudiantes y maestros hablan de flautas clásicas metálicas, barrocas, madera, caña, filosofía de vida, alimentación, respiración, psicología y mucho más, durante cinco días, a partir de un nutrido repertorio de clases magistrales, talleres y conciertos, pero que finalmente son el caldo de algo mucho más profundo e idea primera que moviliza este festival, como relata su fundador, Pablo Salcedo: 
"Las flautas es algo de lo que me he nutrido desde niño y llegada una edad, he necesitado, en lo personal, integrar lo que es tocar un instrumento, la música y lo que soy como persona. Unir el sentido de responsabilidad con un montón de cosas que nos pasan como seres humanos y como sociedad, con la parte musical. El festival no sólo habla de flautas, va mucho más allá, el sólo hecho de integrar diferentes estilos, las diferentes culturas en un plano de igualdad, en un plano de no competencia, va generando en toda la comunidad flautística y en todo el público, un sentido de que todos somos iguales, de que todos tenemos que colaborar, tirar para un mismo lado. Además, siempre está la posibilidad de que se presenten propuestas de ponencias que relacionen el ser humano con el proceso del pensar, con la defensa de los derechos humanos.” 

Los festivales generan sentido de comunidad y comulgan con la idea transformadora de belleza de Dostoievski en cuanto, según Salcedo: “ser sensibles al florecimiento de la bondad en uno, al florecimiento del amor de manera comunitaria y a un respeto por lo que es el mundo, amar al mundo”. Así, en estas diez versiones se ha pasado, como dice con asombro y agradecimiento su fundador: “de ser nada, a ser una explosión de energía. Viene gente de todas partes del mundo, nos reunimos y luego cada uno regresa a su lugar de origen y año a año fluye de ida y vuelta, y Mendoza genera una condensación de buena onda con cosas muy humanas, muy positivas, de mucho contenido y conocimiento cultural que vuelve a su lugar de origen con cada uno de los visitantes. Es una energía muy grande de profesores que reciben alumnos de otros lugares durante el año, de luthiers que envían sus instrumentos y se ha generado una comunidad global, con sentido de respeto por el otro, especialmente por el que hace algo diferente, para aprender y para generar un intercambio permanente. Es algo que yo creo que ha cambiado el mundo de las flautas y ojalá también vaya modificando o integrando al público que busca eso.”

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