Aprender a escuchar sin hacer preguntas y responder, o no, con eficacia

Un experto en comunicación, en un taller grupal de una empresa, adivinó qué personas eran más amigas en un universo de casi cincuenta trabajadores, incluso aseguró saber si había parejas o amantes entre ellos (a estos últimos no los delató, obviamente). El grupo de trabajo no se lo podía creer y le preguntaron como lo sabía, respondiendo el experto que el lenguaje corporal es muy explicito y por ejemplo, las miradas entre personas muestran las confianzas que existen entre ellas.

Es evidente que este experto grupal, además de tener muchos años de profesión era un excelente observador, pero el ejemplo también nos señala que en este, como en muchos otros casos, no es suficiente que la persona sepa mucho, sino también que ponga sus habilidades al servicio de la vida.

Un buen observador tiene una herramienta personal muy potente para obtener información de primera mano sin tener que hacer muchas preguntas o ninguna, pero seguramente tendrá que trabajar la astucia y la prudencia si descubre cosas que los demás no saben de ellos mismos; no les hace bien saber las; o no quieren que se sepan. Si quiere seguir siendo un buen observador, habrá de esforzarse en limpiar la mirada, dejar de lado los prejuicios y optimizar el uso de la información observada. Quien cumple con estos requisitos, seguramente también ejercita el silencio contemplativo. Esta persona, posiblemente no haga muchas preguntas, pero vea muchas cosas.

El silencio contemplativo abre muchas puertas, por ejemplo es la clave maestra y escuela para crecer en nuestras propias inseguredades y es el escenario ideal para ver, escuchar, sentir, degustar, crear… cosas nuevas y novedosas.

Al contrario, quien no escucha o escucha mal, deviene una persona violenta. En primer lugar con ella misma, pues sus propias voces y sonidos no le permiten escuchar nada más, pero también con los demás porque los invisibiliza.

Por tanto, en el arte de la comunicación, que es el que rige el mundo de la pregunta, la respuesta, la escucha y los silencios hay una pedagogía que se puede aprender, de manera progresiva y que tiende a escuchar sin hacer preguntas y a responder, o no, según los casos, con eficacia y prudencia. La gran clave de todo es el amor.

Humberto Maturana, renombrado científico chileno, quien ha trabajado sobre lo que él denomina desde 1971 “autopoiesi” habla de una “mirada sistémica, circular, no lineal de los sistemas vivos que entiende la vida como un proceso de conocimiento en la realización del vivir en congruencia con un medio” y que se basa en el amor. El camino para construir este proceso son las “conversaciones”, o sea la dinámica de compartir la vida entre les persones.

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