Se ha muerto el Nano

El Nano es el nombre de pila de una persona entrañable con aspecto de niño inocente, pero con la misma vitalidad e inteligencia de los infantes cuando todo lo investigan.

El Nano nació en el campo y aprendió que las distancias no separan a las personas, incluso cuando no se regresa más a los lugares, y ello es así porque no se deja de amar.

Así que el Nano, cuando dejó su lugar de origen siguió recordando y visitando a los amigos, a veces con el recuerdo, a veces yendo a verlos. Su tierra natal es húmeda y verde, muy fría en el invierno y en el verano fresca i alegre. Llena de animales de pasto y de pequeñas aldeas que rodean lagos y más lagos.

Con los años el Nano formó una familia con esposa, hijos y nietos y todos amaban el origen de aquel hombre de sonrisa transparente y ojos azules, azules. Siempre que podían visitaban a  los amigos cada vez más mayores, y los recuerdos: la escuela, la casa vieja, la casa nueva, donde hacían herraduras y donde vivía la tía Blanca.

Llegó un día en que Nano estuvo un poco anciano y muy desmemoriado y la enfermedad empezó a visitarlo. Sus hijos pensaron hacerle un regalo al papá ahora que todavía conservaba momentos de lucidez y decidieron llevarlo a visitar y despedirse, si fuera necesario, de sus primeros lugares, los primeros recuerdos, las primeras imágenes guardadas en la retina y de todas las cosas lindas de su infancia.

Se juntarnos todos: esposa, hijos y nietos y tuvieron unos días de Cielo y el Nano disfrutó, descansó y agradeció su existencia plena. Y el último de día de aquel extraordinario viaje, en medio del frescor de la noche de verano y el sonido de los pájaros que no duermen, el Nano se fue de puntillas a disfrutar del Señor.

Gracias Nano por tu gentil presencia entre nosotros y dile a Santa María de los Angeles y a todos los amigos del Cielo, que siempre, siempre, te recordaremos como un hombre bueno, así seguro que nos esperarás en primera fila.

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