Somos seres radiantes, pero tenemos que radiar
Cientos de miles de estrellas emiten luz continuamente. Lo hacen porque en su interior se produce combustión nuclear. Las estrellas están formadas por gases que son atraídos por una gravedad y entre ellos colisionan, producen energía y por ende luz. Al ojo natural, no las vemos siempre, solamente de noche y aún en las llamadas noches “estrelladas”. No obstante, las estrellas están brillando siempre, no solamente cuando las vemos. Las noches que llamamos estrelladas son aquellas en que los observadores vemos a las estrellas, pero ellas brillan siempre, las veamos o no. Lo mismo ocurre con cientos de miles de amaneceres y puestas de sol, de prados y valles llenos de flores perfumadas, de sonrisas de niños en su sueño.
Todas las noches son estrelladas y lo son también los días, pero no siempre percibimos a los seres luminosos que tanto nos gustan. Las estrellas brillan porque son. En su ser y para ser, emiten luz, su brillo pasa quizá inadvertido a ellas mismas. Si una estrella estuviera preocupada de brillar quizá dejaría de ocuparse de su combustión.
¿Le afecta en algo a una estrella que la miremos, que podamos percibirla?. A parecer si. Todos estamos relacionados, todos compartimos energía, calor, atención. Nada es en vano. Posiblemente si nunca miro a las estrellas el mundo seguirá funcionando, pero será mucho más brillante, armónico, radiante si las miro. ¡Qué raro!
Al igual que en las noches estrelladas la cualidad de ser estrelladas es que yo las mire, la posibilidad de que el mundo, el universo sea más radiante, armónico, feliz… está directamente relacionado con que me detenga a mirar. Las estrellas no salen a mostrarse, están siempre ahí, pero las hace ser radiantes el que yo las vea.
Y cada uno de nosotros es un ser radiante, siempre estamos radiando, emitiendo vida, generando vida, pero depende de cada uno que la vida nos habite, nos invada. La vida está siempre en nosotros, pero a veces la “dejamos pasar”, no sentimos su calor, su brillo. Para ser radiantes tenemos que mirar hacia el calor que pasa por nosotros, sentirlo, nombrarlo, disfrutarlo. Y, efectivamente, entonces sí! Igual que las estrellas tendremos luz propia.
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Un abrazo cariñoso